ACOMPAÑANDO LAS INFANCIAS

Educar sin gritos, desde el corazón y con responsabilidad

Educar sin gritos es la mejor opción que podemos asumir como padres y educadores. Gritar no es pedagógico ni saludable para el cerebro del niño, porque lejos de resolver algo lo que se consigue con ello es activar dos tipos de respuestas emocionales: el miedo y/o la rabia.

Los padres o los educadores, se habrán visto tentados en muchas ocasiones de alzar la voz para, en un momento dado, detener esa conducta disruptiva o desafiante, ese berrinche que desafía toda nuestra templanza. No podemos negarlo, momentos así hay muchos, son instantes en que el cansancio se combina con el estrés y el cupo de nuestra desesperación se desborda.

Ceder, dar paso al grito, es algo que hacen muchas personas. De hecho, hay quienes afirman que los gritos, como los “cachetazos bien dados” funcionan, son útiles.

Ahora bien, quien opta por educar con gritos y ve con buenos ojos estos recursos ha normalizado tales conductas: quizás las aplicaron con ellos siendo niños. Ahora, convertidos en adultos son incapaces de usar otras herramientas, otras alternativas más útiles y respetuosas.

Educar sin gritos no solo es posible, sino que es necesario. Disciplinar, corregir, guiar y enseñar sin recurrir al grito tiene un impacto positivo en el desarrollo de la personalidad del niño. Es un modo eficaz de cuidar su mundo emocional, de atender su autoestima, de dar ejemplo y hacerles ver que existe otro tipo de comunicación, esa que no duele, esa que sabe entender y conectar con las auténticas necesidades.


Espero que te haya gustado.

Un beso!

Gise

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